Creación de oportunidades desde la inclusión
Un día cualquiera, justo al inicio de un nuevo ciclo escolar, me encontré con la noticia de que dentro de mi grupo de universitarios tendría a un alumno con síndrome de Asperger, un tipo de autismo que se caracteriza por que afecta especialmente a la comunicación e interacción social.
Aunque siempre he sido partidaria de que incorporar nuevas perspectivas y nuevos puntos de vista enriquece el quehacer humano, debo confesar que pasé por un breve momento de pánico pensando en que no sabría como manejar la inclusión dentro de mi propia clase.
Hoy debo confesar que mi interés por el tema de la inclusión ha crecido y estoy más convencida que nunca de que es una obligación tenerlo presente, porque cuando lo llevas a la práctica te das cuenta de que en verdad es posible y no hay nada más gratificante que ver crecer a estas personas a quienes muchos les niegan la oportunidad. ¡Sí, hoy puedo decir el orgullo que me genera trabajar en una actitud de inclusión!
Aquel niño que no escucha, está destinado a potencializar sus sentidos y percibir de forma diferente el mundo… el joven que ha crecido con deficiencias conductuales y que a pesar de ello sigue estudiando, la mujer que está atada a una silla de ruedas pero que disfruta, vive y piensa la vida como algo maravilloso… Ese hombre mayor que hoy es relegado porque los años cayeron encima… ¡Todos merecen ser incluidos y convivir en sociedad”
Quizás tenga que ver con nuestros propios miedos, quizás con esta idea que nos lleva a temer un poco lo desconocido. No hemos sido educados para manejar las discapacidades y sin embargo son parte de la vida y de la historia.
O será que simplemente que, por naturaleza, los seres humanos tendemos a separar de la “tribu” a aquellos que son diferentes, todos quienes padecen algún tipo de discapacidad viven cierta dosis de rechazo por considerarlos más débiles, cuando deberían tener las mismas oportunidades por el simple hecho de ser personas.
Nuestra miopía mental nos lleva a pensar que la perfección somos nosotros como nos vemos frente al espejo, juzgamos y quien no cumpla con los estándares, no está a la altura de lo que esperamos. Grave error porque en la diversidad y la inclusión encontramos valiosas oportunidades para todos.
No podemos permitirnos ya actuar desde el terreno de la lástima, tendríamos que abrir nuestro punto de vista para encontrar la grandeza en todas las personas. Afortunadamente somos cada vez más los que pensamos que estamos en este planeta porque tenemos algo que aportar, y esa no es la excepción cuando hablamos de quienes padecen alguna discapacidad, ya sea física, mental o cognitiva.
De ellos aprendemos más de lo que pudiésemos imaginar. Convivir con personas con capacidades diferentes nos enriquece y nos hace crecer, nos lleva a ser empáticos y a desarrollar nuestra capacidad de entender a otros.
En la ámbito escolar
Partamos de que la educación es un derecho fundamental de los niños que surge a raíz de la Convención sobre los Derechos del Niño de UNICEF y en la cual se establece que “Todos los niños y niñas deben acceder a una educación de calidad que les permita desarrollar sus mentes hasta el máximo de sus posibilidades. Para ello, la educación primaria debe ser gratuita y se debe facilitar el acceso a la secundaria y a la universidad.”
¿Por qué es entonces que en muchas escuelas aún en pleno siglo XXI se niegan a aceptar niños con algún problema motor o de aprendizaje? Sí, de pronto parecería más difícil su manejo escolar, pero en la medida que los entendemos, dejamos de percibir las diferencias y encontramos las similitudes que permiten la conformación de grupos.
Y con ello no sólo les estamos permitiendo una calidad de vida y respetando su derecho a aprender, también se convierten en nuestro mejor aliado si de hacer entender el mundo a los demás desde otra perspectiva se trata.
Esa diversidad dentro de la escuela se convierte en el más positivo de los valores porque nos hace reflexionar sobre la importancia de que todos somos diferentes, pero a la vez muy parecidos a nivel emocional.
En el trabajo
Una constante de muchas empresas es eludir a quienes padecen discapacidades o aquellas personas mayores a quienes se les deja a un lado por un tema de edad… Todos tienen que aportar sí se encuentran en el lugar indicado y se les da la oportunidad de desarrollar actividades acordes con su condición.
Algunos ejemplos me vienen a la mente y todos tienen una fácil solución si nos lo proponemos para lograr la inclusión social y laboral.
¿Discapacidad motora? Encontremos labores como contestar teléfonos o trabajar desde un escritorio que permiten que esa persona impedida para caminar pueda desarrollar todas sus habilidades y capacidades mentales.
¿Discapacidad intelectual? Facultemos a las personas en tareas sencillas que puedan desarrollar y que les permitan ser autosuficientes. Hay instituciones que promueven la capacitación para que logren hacerlo y ser productivos para la empresa. Ejemplos habrá muchos, pero en este momento me vienen a la mente las asociaciones mexicanas Daunis y CONFE que enfocan sus esfuerzos en este sentido y buscan oportunidades laborales para las personas que se acercan a ellas.
Y si hablamos de edad avanzada, basta ver la película “The Interim” (“El Becario”) protagonizada por Anne Hathaway y Robert de Niro, en la cual ella, una auténtica millenial le da oportunidad (con muchas dudas, por cierto) de convertirse en su mano derecha a un hombre de 70 años que viene a enseñarle el valor de la experiencia por encima de la apariencia física.
¿Diferencias laborales? Sí, sí las hay. Cuando nos permitimos ser incluyentes, estamos frente a personas con un compromiso mucho mayor porque están dispuestas a valorar las oportunidades recibidas, cosa que, dicho sea de paso, los que se califican de “normales” ni siquiera llegan a pensar.
Una mirada al futuro
Todos podemos generar espacios de expresión y de acción, el inicio está en demostrar nuestra apertura y no tener miedo a las diferencias.
Abramos las puertas al diálogo, a generar un acercamiento a las personas sin importar sus cualidades e intereses y generar comunidad, palabra última que si analizamos lo dice todo: común y unidad.
Nuestra responsabilidad es reconocer el valor de la persona más allá de sus capacidades o discapacidades, entender que las diferencias potencializan la innovación, nuevos puntos de vista y una mirada más fresca hacia el mundo que nos rodea.
Formemos una sociedad abierta a las diferencias, porque al encontrarse las diferencias se crean nuevas coincidencias para todos.
¿El secreto? Un trato igualitario, tan sencillo como eso. En la medida que lo logremos, estaremos creando mejores condiciones de vida, habremos puesto el ejemplo para que otras personas a nuestro alrededor lo consideren y se haga de esto algo viral en donde cada quien tenga oportunidades propias.